EL MAL Y EL ORIGEN DEL PECADO
Como seres
humanos, conocemos intrínsecamente lo que está bien y lo que no; lo bueno y lo
malo. El bien y el mal es sin dudas una de las asociaciones de elementos
opuestos más comunes y cotidianas de nuestras vidas. Ya sea colectivamente o de
forma individual, los seres humanos hemos incorporado ésta concepción en
nuestro estilo de vida, y partiendo de la misma construimos nuestros sistemas
de justicia, nuestros fundamentos culturales, normas de convivencia, sistema de
valores e incluso principios y criterios de pensamiento, viéndose así
impregnados de ésta concepción todos los ámbitos en que la raza humana se ve
involucrada.
Entendemos
como cristianos que dicha capacidad de discernir lo bueno y lo malo se ve
presente en la humanidad desde el jardín del edén. Pero, ¿cómo es qué pudiendo
conocer lo que está bien y estando en capacidad de valernos de él, la mayoría
del tiempo nos vemos inclinados hacia el mal? Y ¿por qué pecamos? Antes de
responder esto debemos entender que existen tres tipos de mal. Estos son, pues,
el mal espiritual, el mal moral y el mal natural. De antemano, podemos decir
que por los tres se ve afectada la humanidad, como veremos a continuación.
El mal
espiritual es simplemente el que puede ser llevado a cabo por seres
espirituales como lo son por ejemplo Satanás y los ángeles "buenos y
malos" (aunque se debe considerar el estado de confirmación de los seres
angelicales, pero por cuestión de espacio y tiempo no entraremos en tal
discusión, sino que nos limitaremos a decir que los ángeles caídos están en
capacidad de manifestar esta clase de mal). Esto por supuesto, no excluye en
ninguna manera a los seres humanos, dado que también pueden ejecutar acciones
en el ámbito espiritual (Jn 4:24).
En primera
instancia, la biblia da a entender que el mal espiritual se originó en Lucifer
antes que en cualquier otro ser creado en pasajes como Ezequiel 28:14-19 y
1Juan 3:8. De la misma manera, el Señor Jesucristo da a entender que en la
naturaleza de Satanás hay maldad y también dice que de sí mismo sale maldad (Jn
8:44). Debe notarse que la naturaleza original del diablo no fue la misma que
la de su presente estado (Ez 28:15) y que al haberse alterado dicha naturaleza
éste ha sido despojado de su gloria (Is 14:12-19) al hallarse en él maldad.
La
siguiente clase de mal es el mal moral. Se puede decir de este tipo de mal, en
forma resumida, que es la transgresión de normas éticas establecidas. Esta
definición puede ser considerada esencialmente en ámbitos que atiendan a aspectos
sociales, culturales, legales, entre otros. Empero, visto de este modo, el mal
moral en aspectos definidos por el hombre viene a ser de carácter relativo, ya
que, lo que puede ser reconocido o visto como malo en un área determinada del
mundo (con sus determinados contextos sociales y culturales); puede no serlo en
otras locaciones geográficas con tendencias culturales y de pensamiento
distintas, e incluso, puede hasta ser bien vista o deseada una actitud o
proceder que en otro contexto se considere mala y despreciable.
¿Qué
determina entonces lo que es el mal moral en realidad? Naturalmente la
respuesta a este planteamiento es sencilla y llanamente: Dios. Él, en pleno
ejercicio de su voluntad y soberanía, es quién determina las reglas por las que
se rige el universo, y esto lo hace partiendo de sí mismo como fuente de la ley
y hacia sí mismo cómo fin último de todas las cosas. Dios nos ha dejado su ley
de dos maneras; la primera es mediante una cualidad intrínseca en nuestra
naturaleza, tal como lo expresa Pablo en Romanos 2:14-15 cuando habla de la ley
escrita en el corazón del hombre. La segunda forma en que Dios nos dejó su ley,
fue a través de su revelación especial, esto es su Palabra.
Es entonces
que podemos hablar del pecado. El pecado es un mal moral. Esto debe apreciarse
detenida y detalladamente ya que no todo mal moral es pecado, pero todo pecado
es mal moral. Es un mal moral porque sencillamente es la transgresión o
violación de las leyes que Dios estableció (Gén 3:1-6; Rom 1:18-32; 1Jn 3:4).
De esto sigue que el mal del que realmente debemos tener cuidado sea el pecado,
ya que es éste el que Dios realmente castigará en el día de su juicio (Job
34:10-12; Ap 20:12).
Existen en
el Antiguo Testamento varias palabras hebreas que se utilizan a la hora de
hablar del pecado, éstas tienen, sin embargo, la particularidad de poder
aportar cada una, parte de la descripción del carácter esencial del pecado. La
primera (Chatta'th) significa errar al blanco, también denota desviación. 'Avel y 'avon designan falta de integridad y
rectitud. Pesha' habla de rebelión, negación a someterse a la legítima
autoridad, transgresión positiva de la ley. Seguidamente resha' describe al
pecado como una transgresión consciente, malvada y culpable de la ley, haciendo
al autor de esta transgresión moralmente consciente y responsable delante de
Dios. 'Asham lo designa como culpa o mancha; ma'al nos habla de deslealtad y traición; 'aven
indica vanidad y por último se encuentra 'avah, que es perversión, distorsión o
transgresión de la naturaleza de algo. Tener en cuenta ésta última palabra es
importante al momento de estudiar la caída del ser humano y también la caída de
Satanás.
Satanás, al
haber alterado su naturaleza, viene a ser nuestro acusador (Ap 12:10) pero
también nuestro primer tentador (Gén 3:12-14; 1Pedr 5:8). Él no solo nos induce al pecado, sino que
también nos acusa delante de Dios por esa misma transgresión. Para entender un
poco mejor el procedimiento del tentador, podemos trasladarnos hasta los
primeros capítulos de Génesis (3:1-6) para examinarlo un poco más a fondo y
tener una idea de la forma en que fuimos tentados originalmente y también de
cómo nos afecta esto en la actualidad.
Antes que
nada tenemos que reconocer que Satanás entendía (y entiende) muy bien la forma
en que funciona la mente humana, siendo él, más competente en el campo de lo
que nosotros llamamos Sicología aún más que los propios seres humanos. Siendo
así, no es de extrañarse que se valiese de esa habilidad en el huerto del edén.
Es importante resaltar que se dirige a Eva en primera instancia, ¿por qué? Pues
sencillamente porque al conocer tan bien al ser humano, sabía que el camino más
seguro para llegar al corazón de Adán era a través de Eva, de este modo Satanás
sólo tenía que actuar una vez y alcanzaría a ambos. Dicho esto, podemos ver que
en sus estratagemas, el diablo empieza sembrando la semilla de la duda y pone a
discusión la buena intención de Dios. Hace pensar al hombre que se le está
privando de sus derechos. Al ver que la semilla tiene raíz, añade las semillas
de incredulidad y del orgullo negando que fuesen a morir, dejando en claro que
Dios solo lo dice porque es egoísta y quiere mantener al hombre controlado
injustamente. Afirma que comer del árbol será más bien benefioso para ellos.
Luego deja andar lo que inició y Eva al engendrar tan grandes esperanzas,
codició al árbol cada vez más con cada mirada y finalmente el deseo le alzó la
mano y comió. Luego su marido fue más fácil de convencer y también comió. Esto
último fue el pecado, y tuvo consecuencias en el resto de la humanidad.
Por último
encontramos al mal natural. El mal natural es la consecuencia de la entrada del
pecado en el mundo. Tiene sobretodo carácter de consecuencia y de resultado.
La primera
consecuencia fue la depravación de la naturaleza humana (y es aquí donde
recordamos nuevamente la palabra 'Avah) (Gén 6:5; Sal 14:3; Rom 5:18-19). Al
haber entrado el pecado en la vida del hombre, este ha tergiversado su
naturaleza de modo que no es más lo mismo que fue al momento de su creación.
Esto afecta de tal modo la vida del ser humano que todo lo que naturalmente fue
puesto en él y también sus funciones en la tierra han sido contaminadas y
tergiversadas por el efecto del pecado en su ser. Aun cuando somos capaces de
llevar a cabo las más nobles y bondadosas acciones, estamos a su vez
desproporcionada y mayormente inclinados a cometer los actos más atroces frente
a Dios, frente al entorno que nos rodea y contra quienes nos rodean.
El hombre
está ahora separado de Dios y por lo tanto muerto y sin la posibilidad de
regresar a él por sus propios medios (Gén 2:16-17; Jn 15:5). No obstante, hay
que recordar que la condición de muerte en la que actualmente nos encontramos
(física) se encuentra ralentizada gracias a que Dios en su gran Misericordia
nos ha dado la oportunidad de redención. La muerte física; esta degradación que
un día culminará con la separación del espíritu y cuerpo para posterior juicio
(en su tiempo), es consecuencia del pecado en nuestras vidas, tal como lo
indican pasajes como Génesis 3:19 y Romanos 5:12; 6:23. La degradación natural
es también una de las consecuencias de la entrada del pecado en el mundo, los
constantes conflictos climáticos y desastres naturales están siempre presentes
como un cruento recordatorio de la maldición que por nuestra causa pesa sobre
la tierra (Gén 3:17).
Existen
unas consideraciones que nunca deben pasarse por alto al momento de hablar
acerca del mal y el pecado. La primera es que el pecado tiene siempre relación
con Dios y con su voluntad (Jn 9:31). En segundo lugar, Dios no puede ser
considerado como el autor del pecado ni del mal mediata o inmediatamente (Job
34:10; Is 6:3; Dt 32:4; Sal 92:16; Rom 9:14, 19-24; Stg 1:13). En tercer lugar,
Dios aborrece al pecado (Dt 25:16; Sal 5:4; 11:5; Zac 8:17; Luc 16:15). Cabe
destacar de lo anterior que la biblia da a entender que el pecado está en
oposición a Dios y su naturaleza; pero esto no debe entenderse en ninguna
manera como que el pecado o el mal en general fuesen proporcionalmente opuestos
a Dios, como si se hablase de un dualismo, ya que él no tiene opuestos (en el
sentido absoluto de la expresión), y aunque muchos (entre ellos algunos
cristianos) vean al diablo como el mayor adversario del Todopoderoso; no es
este poseedor de la grandeza o el poder necesarios para presentarle a Dios una
verdadera y problemática oposición. No es Satanás el oponente de Dios como si
se tratase de un juego de ajedrez; en todo caso, es una pieza más. No existe
nada ni nadie que pueda ser considerado como el antagonista de Dios. Por
último, el pecado tiene un carácter absoluto, es decir, no existen puntos
medios ni áreas grises, para Dios no existen puntos ambiguos ni subterfugios.
Demás está
decir que Dios castiga el pecado. Él en su misericordia nos ha dado una
oportunidad de reconciliarnos con él a través de su hijo Jesucristo. Llegará un
día en el que Dios efectuará su juicio, y no habrá nada que se escape de su ira
(esto involucra la destrucción del mal en cualquiera de sus formas); ahora
nosotros, que sabemos cuan desagradable es para nuestro Padre el pecado, somos
aún más responsables frente a él de nuestros actos. Si alguno quiere olvidar
esto; tenga por cierto que su sangre será sobre su cabeza. No nos queda más que
perseverar firmes, mirando no caer y pidiendo siempre a Dios su ayuda en medio
de esta incesante lucha contra nuestra propia naturaleza.
Señor Dios
nuestro; ayúdanos.
Escrito por Daniel
Tapizquen.
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