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El Apocalipsis y la Iglesia contemporánea


"La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan, que ha dado testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas que ha visto. Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca." Apocalipsis 1:1-3


Si quiere seguir leyendo este fragmento de la Biblia poco conocido por muchos que la profesan "su espada" debe dirigirse a unas páginas que, de no estar unidas por un lomo a otras ciertamente más frecuentadas, se encontrarían amarillentas y llenas de polvo; olvidadas en el almacén de algún erudito en textos antiguos, esto es por supuesto, en el mejor de los casos. Nos referimos, claro está, al libro de Apocalipsis; el único libro perteneciente a las escrituras más famoso y conocido por su título que por las palabras que lo componen. Tal vez usted se pregunte el porqué de ésta peculiar contradicción, y en atención a esto continuaremos profundizando un poco más.

Créalo o no, el Apocalipsis es más temido hoy día que cualquier filme o historia de terror... ¡Entre los mismísimos cristianos! Por supuesto, usted no va encontrar personas en su congregación gritando del susto al abrir dicho libro por error (aunque no admitiremos que sea del todo imposible). Sin embargo existe un sentimiento de temor mezclado con una pizca inseparable de curiosidad por el tema en los actuales cristianos que los conducen a tomar una natural actitud evasiva hacia el libro de Apocalipsis.

Hay, de hecho, más de una razón común por la cual el Apocalipsis es motivo de evasión. 
Nos encontraremos con quienes lo miran como un libro místico y extremadamente misterioso u oscuro; lleno de monstruos y seres fantásticos que de alguna forma tienen la capacidad de alojarse en nuestras mentes, de modo que nos ocasionen alguna alteración espiritual o por lo menos vernos afectados de forma psicológica. Si tomásemos lo anterior como propiamente veraz, tendríamos sin lugar a dudas un inconveniente bastante particular, puesto que, tales efectos pudieran más fácilmente atribuirseles al resultado de una vinculación considerablemente profunda con algún arte oscuro y diabólico antes que a la lectura de la Santa Palabra de Dios. 
Hasta donde sabemos, según el testimonio que de sí mismas nos dan, las Escrituras son nuestra lámpara, lumbrera, guía, alimento espiritual... Y no un vulgar artefacto satánico o algún libro ocultista. Dios nos la ha dado para traer luz, entendimiento y gran bendición a nuestras vidas


Entre los menos propensos al misticismo, encontramos razones más intelectuales. Se tiende a argüir que el Apocalipsis es un libro atestado de gran cantidad de símbolos y figuras que no hacen más que prestarse a la confusión de quienes se atreven a estudiarlos, dando como resultado innumerables cantidades de interpretaciones.

No existe libro sobre la tierra que esté más lleno de textos con tan gran número de interpretaciones que la Biblia, basta tener un poco de conocimiento en lo que a cultura general se refiere para comprobar lo antedicho. Ésta contiene pasajes y temas que han sido los puntos centrales de las más variadas divisiones y, consecuentemente dando origen a muchas denominaciones como las tenemos hoy día. Es por tanto un hecho que no podemos huir de un ambiente rico en puntos de vista distintos u opuestos. A menos que usted posea el poder de un dictador o de al menos un Papa, no podrá hacer nada en contra de la libertad de conciencia y de expresión por la que murieron los padres de la reforma.

Dicho esto, el lector o estudiante se halla frente a varias opciones: Empezar a luchar en contra de la libertad de conciencia y exigirle a los demás que compartan, apoyen y crean lo que usted considere correcto; puede ignorar el Apocalipsis y otros escritos parecidos para así ahorrarse las molestias y, ¿por qué no?, después de todo la Biblia tiene más libros que estudiar y tan solo será uno de muchos el que tendría que ovbiarse. De seguro Dios aceptará con gusto el desprecio de aquello que con tanto amor inspiró. Incluso podría simplemente obviar todos esos tediosos pasajes que le causan confusión, hacer como si no existiesen y resumir las Escrituras a su propia edición personalizada. Sin embargo, está además la opción de entregar le a Dios su mente y corazón y pedirle ayuda para dedicarse a buscar con diligencia las herramientas de estudio apropiadas para una sana interpretación centrada en la Biblia, teniendo en cuenta y respetando éste gran libro por lo que en verdad es: PALABRA DEL DIOS VIVIENTE. De haberse decidido por lo último, está en camino para entender la Biblia y respetar la Palabra de Dios, de modo que pueda dejarse moldear por ella y escucharle, y no viceversa (como es común). Aunque no sea siempre sencillo, está demás decir que valdrá la pena el esfuerzo para el que en verdad tiene sed de Dios. No es menos cierto qué el que teniendo las herramientas y estando consciente de la guía del Espíritu Santo (1 Jn 2:27; Rom 8:14; 1 Cor 2:10-12) a los hijos de Dios para conocerle a Él, no se considere apto de leer y estudiar un sólo libro de la Biblia; tal se encontrará con la misma dificultad en cada pasaje de las Escrituras que nadie le haya explicado antes.

Ahora bien, nos encontraremos con razones aún dentro del liderazgo de las congregaciones en general. Debido a la cultura de desconocimiento sobre el Apocalipsis entre nosotros los creyentes y a la falta de las herramientas adecuadas, la mayoría de pastores, maestros y predicadores omiten a conciencia las enseñanzas de la mayor parte del Apocalipsis dado que se corre el riesgo de caer en situaciones polémicas y, para evitar posibles (al menos en teoría) divisiones o tener que enfrentarse a la pérdida del control se opta por aferrarse a la vía más diplomática, haciéndose así necesario tener que excluir de nuestros estudios ciertos temas y fragmentos bíblicos.

Aunque bien es cierto que es un asunto un tanto delicado y que requiere sabiduría al tratarse del ámbito de la congregación, no queda aun así totalmente exento de una profunda consideración. ¿Es correcto sacrificar la integridad del cuerpo de la enseñanza bíblica por no determinarse a adquirir el valor necesario para enfrentar los retos y problemas que traería el estudiar los temas tildados de polémicos? ¿Acaso no merece la Palabra de Dios ser escudriñada completa? ¿A quién pedirá cuentas Dios por la calidad de la guía y enseñanza de su iglesia? Esto queda por supuesto a consideración del lector.

El más lamentable de los motivos lo hemos dejado hasta el final. Se trata pues del hecho de que, algunos, habiendo conocido y entendido, siquiera a pocas luces, el reto espiritual y de compromiso que el libro de Apocalipsis contiene para los cristianos en su totalidad; se niegan a responder afirmativamente y prefieren dejar estos asuntos al olvido en sus mentes, borrando así todo rastro de remordimiento de conciencia al respecto (mas no de responsabilidad). El Apocalipsis (y la escatología en sentido general) presenta al verdadero cristiano cómo alguien dispuesto a mantenerse firme frente a las pruebas, entregando inclusive su cuerpo y mente al sufrimiento o de ser necesario dar la vida misma; presenta a un creyente que no se aferra a este mundo (a esta presente era) ni a sus comodidades ya que su vista está puesta sin vacilación en las cosas de arriba.

Todo esto confronta en gran medida y somete inmediatamente a juicio el compromiso de cualquiera que se llame seguidor de Jesucristo, por tanto no es de extrañarse el comportamiento de muchos de hacer oídos sordos y preferir apartar todo asunto escatológico y al libro de Apocalipsis junto a su tácita y tajante exhortación.

El apóstol Juan termina el libro con las siguientes palabras: "...Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto.

¡He aquí vengo pronto [dice el Señor]! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro... He aquí yo vengo pronto y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra. Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último."
No es necesario ser un erudito para leer y guardar las palabras fieles y verdaderas del Señor, y cualquiera que haga esto; el tal será bienaventurado. De modo que debe usted considerar cuál ha sido su previa actitud a lo dicho en el presente artículo; si se ha sentido aludido; evalúese y corrija de ser necesario su dirección. Es tiempo de buscar y conocer a Dios mediante todos los medios que Él nos concedió, sin excusas ni excepciones. Atrévase a valorar, respetar y estudiar su Biblia "de tapa a tapa".

Por Daniel Tapizquen

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